viernes, 30 de noviembre de 2012

Noviembre

No hay luz en noviembre. Llueve en dos espejos, duele en la mirada.

Llueve en tus ojos, duele en los míos.


Dile a la presión que se aparte, que quiero ahogarme sola. Dile, y que calle después de un año.

Cuéntale por qué lloro, que mañana me sonría. Y que no pase nada, porque nada es tan importante.


Estás aquí, y estás lejos. Vuelves cuando tu ánimo te acerca, te pierdo el rastro cuando lo has dicho todo.

Yo no hablo. Más falta me hace el no necesitar nada… nada de nadie, que nadie dé nada. Pasar página, escribir ese número del que no quiero acordarme. Sé que empezaba por cero…

Pero callas ahora. Ahora, cuando el silencio me destroza.

Silencio.

Permanece el ruido en la cabeza, pero cada vez hay más silencio.

Silencio necesario. Que es silencio, y me molesta; silencio que permite que los gritos vengan de arriba. Vienen de arriba, por eso molesta…

Y te digo que si te oigo me matas, y que si no te oigo me lo invento. Así vuelvo a la locura que me esperó al cruzar esa puerta. Puerta del comienzo. La misma que, al fin y al cabo, puso el fin y dejó cabos sueltos.

Di tantas vueltas… para acabar entendiendo que no entendí nada. Que seguramente no lo entenderé nunca.

Ahora sé que todo acaba antes de tiempo cuando el tiempo juega en contra. Desde ese punto, no hay marcha atrás para las despedidas.

Pero lo demás continúa. Lloran las miradas reflejadas en los espejos. Y la explicación… ni quien explica la tiene.

Vueltas. Más vueltas. Dejé llover durante años, y ahora me asfixia el presente.

Presente que ya es pasado, presente que me pisa.

¿Por qué llueve en dos espejos, por qué duele en la mirada?

... Llueve, duele. Se rompen los espejos... Y lo sé.

Esta noche sólo respiro porque en noviembre no amanece.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Nada



Tú, y tu distancia. Tú que te esfumas en cada parpadeo, alejando las palabras y dejándome el recuerdo de una boca que ya apenas me dice nada. Tú y tus dudas buscando descanso sobre mi seguridad. Tus acciones, mis porqués, mi consumo y nuestro tiempo. Es nuestro. O así era al menos.

Ahora tengo un calendario enfadado conmigo. Latiendo sin compás, escupiendo los meses que, otra vez, no he sabido contarle. Tengo un reloj que descuenta, y un silencio que lo demuestra todo. La tengo a ella, que me ve mientras yo no puedo mirarla. Tengo a la incertidumbre hablando con la lógica, a un ayer discutiendo con un mañana, y un “a pesar de todo” que cada vez pesa más.

Pero al final, como buen final que es, no tengo nada.

Porque estoy cansada de bienes, de males, de perdones; cansada de reacciones que no merezco, por eso no quiero que sea lo mejor. Sólo quiero que no sea...

Hasta ahora he callado para escribir folios cargados de historias vacías. En este momento vacilo al ordenar los recuerdos, pero prometo que es verdad que las promesas no se cumplen en su totalidad. Guardo la acción, cambiaré el modo y por consiguiente también la persona.



Es que hoy el perdón llega tarde a su cita, y las disculpas han dejado un mensaje antes de irse.

Notan que tan sólo unas notas más hubiesen podido continuar el relato, pero no dejaste más que esto: ( )

Y los paréntesis sin previa justificación acaban por explotar, ahí tenemos un motivo. Si juntamos tu “vuelta a empezar” y mi “una vez más” el resultado es “por otro camino”.

Pero ese no fue el trato.

...



Así que voy a evitarlo. Que la dignidad se esconda para dejar libre una opción.

Voy a darte argumentos que no te pesen. También pensamientos que no vuelen. Voy a coger ese aire que nos está faltando a las dos, pero esta vez es tuyo...

Yo me quedo la compañía de las estabilidades desestabilizadas.

Me quedo sabiendo que, pase lo que pase, no pasará más que esa nada por un todo.