martes, 13 de octubre de 2009

Penas ahogadas


Aquella noche te invadía la tristeza, ya en la madrugada tu alma cedió ante el dolor y tus ojos comenzaron a derramar lágrimas.
Quisiste hacer una llamada, pero no pensaste en ella, ella no te escucharía y no podrías decirle nada claro, solo ella era la culpable de tu llanto...
Así que aparecí en tu mente, yo, tu fiel amiga, yo sí que podría entenderte...pero no me llamaste, no querías que te escuchara tan triste, si lo hacías me iba a preocupar, “ya tiene bastante con sus problemas”, pensaste, así que decidiste quedarte a solas con tu sufrimiento.
Al día siguiente el ocaso vino acompañado de tu llamada, quedamos esa misma noche, tenías mala cara, la típica de “he pasado la noche recordando y haciéndome daño”, sabía que necesitabas hablar, y no tardamos mucho en llegar a aquel bar para ahogar las penas, esta vez en compañía.
Entre trago y trago, una lágrima derramada, así, llorando entre copas, empezaste a hablar, noté algo extraño en tus ojos, un pequeño destello que, casi imperceptible, iluminaba tu mirada:
-recuerdo como ella me salvó la vida, ¿sabes? me enamoró solo con mirarme, me hacía sentir feliz... tanto así que fue mi adicción, mi droga cuando me sentía mal, agotado y completamente decaído, verla era mi gran ilusión, pude vivir y pude matar por ella, respiraba solo porque ella respiraba, era la luz que me alumbraba, el ángel de mi salvación, lo era todo para mí. Ella era maravillosa, me trataba con cariño y no había persona en el mundo que la quisiera más que yo, pero un día... -Una lágrima más resbaló por tu mejilla-... un maldito día todo cambió...
-¿qué cambió, qué tan grave fue lo que pasó para que se rompiera ese sentimiento?
-su vida dio un giro de 360º, al cambiar su vida también cambió ella, y yo...yo no pude explicarme esa transformación, no la reconocía, ella no era la mujer de la que me había enamorado...
-continúa, te sentirás mejor al liberar tu dolor. Cuéntame, ¿en qué se convirtió, qué era distinto en ella?
-se volvió fría, distante, ya nada era igual, sus sonrisas no eran más que un gesto de falsedad y sus miradas...no puedo explicarlo, eran completamente distintas, parecían gritarme “no me importas nada” como respuesta a las mías de “eres mi vida”, era horrible sentir ese desprecio, aún hoy me duele recordarlo...
-todavía es pronto, no puedes evitar sentir ese dolor
-lo sé –soltaste un largo suspiro cargado de impotencia- supongo que con tiempo se convertirá en un simple resentimiento, y más tarde en un mero recuerdo que no me hará sentir nada, pero mientras tanto solo puedo hacer esto -elevaste el vaso de whisky- beber para olvidar momentáneamente el dolor y sobre todo esperar, esperar a que estas heridas tan profundas cicatricen.
-va a ser duro, pero no es imposible, lo conseguirás
-sabes que nunca he confiado en mí, solo -te temblaba la voz- ...solo cuando la tenía cerca me sentía capaz de todo, y ahora que ya no está no tengo fuerza para afrontar mi destino... ¿cómo ha podido abandonarme a mi propia suerte con semejante frialdad? – Gritaste con rabia- ...qué puedo hacer...
-dejar de llorar por ella, porque no merece ni una de tus lágrimas, y ante todo NO RENDIRTE NUNCA, porque el día de mañana volverás a sonreír y ella pasará a segundo plano, te lo puedo asegurar, es más, te lo prometo, pronto todo volverá a la normalidad -dibujé una sonrisa que tú me devolviste- pronto esta historia se acabará.
-tienes razón, creo que puedo confiar en que todo salga así, eso espero, el tiempo lo cura todo...y la distancia es el olvido...

Salimos a la calle y te vi mirar al cielo
-ahí está, la estrella que siempre me acompaña...
Entonces te oí decir la última frase de la noche mientras la contemplabas, después nos marchamos en silencio
- nunca olvidaré todo lo que te quise, de una forma o de otra siempre te querré, pero es hora de dejar que esto sea un capítulo más de mi historia, por fin he recuperado mi alma, ahora te digo adiós, adiós amor...