jueves, 12 de julio de 2012

Tiempo

Recuerdos de un tiempo en el que sonaba un nombre.
Recuerdos de un tiempo, y de una voz.
Si escucho, detengo. Si pienso, no entiendo. Y, ¿para qué entenderlo? Perdí el sentido al mirarte de frente.

Hubo un tiempo en el que una sonrisa era un regalo que no se compraba, en el que las miradas no servían de espejo al dolor. En el espejo del ahora, duele mirarte y ver lo que te cuesta sonreir.

Es sabido que la vida se desvive por cortarte las alas y, al tocar el cielo, éste te empuja al vacío.
Me aconsejaron que tuviese los pies en el suelo, vigilando las espaldas. Porque la confianza no se fía, pero yo confío en ti. Y nunca dije que estaría siempre, pero siempre recordé que nunca dejarías de estar aquí.
Sólo se conoce el valor del silencio cuando las palabras no valen nada. Hoy lo que duele es lo que no se ha dicho. Mañana seguiré pensando igual. Todo avanza; nada cambia.

Sí. Puede que sí.

Cambia tu ánimo. Y con cada una de las lágrimas que veo, me llevo un golpe. Me golpea tu tristeza, como si me fuesen arrancando parte del alma... y, entonces... entonces sólo sé hablar de puntos suspensivos.

Y escribo. Escribo mezclando temas, personas, sentimientos, circunstancias. Y ahí te dejo un guiño, porque sé que tú sí sabrás verlo, y más puntos...

No hay sentidos que buscar entre las letras... Hay temas que en tu cabeza no tienen sentido. Así que sólo me dejo aconsejar por la estupidez y, así, después de esta primera parada, no volverme a detener.

Pero, en este camino, yo no hablo de nadie... es la importancia la que puede reflejar nombres.

Y me encierro. Y pasa que aquí, entre estas cuatro paredes, todo sonaba bien.
Pero primero vinieron las cuerdas desafinadas para provocar el cambio, y luego el viento quiso silenciarlo. Ahora, entre el bien o el mal... directamente no suena nada.

Puede que así tengamos más calma. Puede que pensar desde el respeto sea mejor que hablar con tolerancia. Puede ser que no pueda cambiar la preocupación de los últimos meses, pero eso es algo que me guardo para quedarme tranquila cuando te dejemos tranquila.
Y es que hubo un tiempo en el que una sonrisa era un regalo que no se compraba, en el que las miradas no servían de espejo al dolor... Sé feliz al mirarte en el espejo del ahora, porque, si te soy sincera, eso es todo lo que me importa.