domingo, 11 de noviembre de 2012

Nada



Tú, y tu distancia. Tú que te esfumas en cada parpadeo, alejando las palabras y dejándome el recuerdo de una boca que ya apenas me dice nada. Tú y tus dudas buscando descanso sobre mi seguridad. Tus acciones, mis porqués, mi consumo y nuestro tiempo. Es nuestro. O así era al menos.

Ahora tengo un calendario enfadado conmigo. Latiendo sin compás, escupiendo los meses que, otra vez, no he sabido contarle. Tengo un reloj que descuenta, y un silencio que lo demuestra todo. La tengo a ella, que me ve mientras yo no puedo mirarla. Tengo a la incertidumbre hablando con la lógica, a un ayer discutiendo con un mañana, y un “a pesar de todo” que cada vez pesa más.

Pero al final, como buen final que es, no tengo nada.

Porque estoy cansada de bienes, de males, de perdones; cansada de reacciones que no merezco, por eso no quiero que sea lo mejor. Sólo quiero que no sea...

Hasta ahora he callado para escribir folios cargados de historias vacías. En este momento vacilo al ordenar los recuerdos, pero prometo que es verdad que las promesas no se cumplen en su totalidad. Guardo la acción, cambiaré el modo y por consiguiente también la persona.



Es que hoy el perdón llega tarde a su cita, y las disculpas han dejado un mensaje antes de irse.

Notan que tan sólo unas notas más hubiesen podido continuar el relato, pero no dejaste más que esto: ( )

Y los paréntesis sin previa justificación acaban por explotar, ahí tenemos un motivo. Si juntamos tu “vuelta a empezar” y mi “una vez más” el resultado es “por otro camino”.

Pero ese no fue el trato.

...



Así que voy a evitarlo. Que la dignidad se esconda para dejar libre una opción.

Voy a darte argumentos que no te pesen. También pensamientos que no vuelen. Voy a coger ese aire que nos está faltando a las dos, pero esta vez es tuyo...

Yo me quedo la compañía de las estabilidades desestabilizadas.

Me quedo sabiendo que, pase lo que pase, no pasará más que esa nada por un todo.

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