sábado, 16 de julio de 2011

Fuego


El fuego de sus ojos quema
Y entre sus ojos de fuego me extingo
Porque cuando ella mira, muere un alma
Y una mirada del alma mata mentes convalecientes.

Es un infierno, el abismo de tristeza
Infierno, que duerme entre llamas de una evocación que me desvela


Así recuerdo su canción de cada noche. Esto era lo que sonaba.
Siempre con las mismas frases, siempre con las mismas letras.
Así, con conocimiento pleno y sin sentido claro, vivía de continuo en su inexorable cotidianidad.

Con sus ojos mata almas, entre rasgos de delirios
Una nueva visita a su infierno, inescrutable para el resto de mortales

Y son cuatro paredes las que aman, cuatro pétalos marchitos
Que de tanto que se queman, son inmunes a las llamas

Pero existía para su persona un fuego que no quemaba
Fuego que apagaba con lágrimas de mil y un sentidos.

En segundos irreales escribía una composición tras otra, en la que repetía cada verso de forma incansable. Nunca quiso jugar a las palabras, y sin embargo las palabras jugaron con ella... No encontraba definiciones exactas al sentir infernal que se callaba.

La útima vez que escuché esta canción, ya tenía su final.
Alcancé a memorizarlo y hasta hoy permanece indeleble.

Hoy comparto su alma como parte de la historia
Historia de una vida en la que ya sólo hay cenizas.

“El fuego de sus ojos quema
Y entre sus ojos de fuego me extingo
Porque cuando ella mira, muere un alma
Y una mirada del alma mata mentes convalecientes.

Es un infierno, el abismo de tristeza
Infierno, que duerme entre llamas de una evocación que me desvela.

Texto sin futuro, sentido sin mañana. Eso es este infierno, el abismo de tristeza. "

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